Notas del Transcriptor
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De sobremesa
CRÓNICAS
Segunda serie
Jacinto Benavente
CRÓNICAS
SEGUNDA SERIE
MADRID
LIBRERÍA DE FERNANDO FÉ
Puerta del Sol, 15
1910
ES PROPIEDAD.—DERECHOS RESERVADOS
MADRID.—Imprenta Española, calle del Olivar, 8
El señor ministro de la Gobernación hapropuesto el mejor remedio para evitarconflictos en la Plaza de Toros; que elpúblico se abstenga de asistir á lascorridas si tanto le disgustan. El remedio esexcelente, pero ya dijo el sabio que: Á truequede quejarse, habían las desdichas de buscarse.Y el gustazo de protestar nunca se paga bastantecaro. Tiene además, ese remedio, el peligrode caer el público en su eficacia y en esecaso, bien pudiera dar en aplicarlo á otros muchosespectáculos caros y malos, que él sostienecon su buen dinero. Pero ha de comprenderseque lo de ver al público echarse al redondel,no puede ser del gusto de ningún gobierno.[2]Aunque bien pudieran pensar los espectadoresque siendo ellos los toreados, ningún sitio mejorque el redondel les corresponde.
Y á propósito de plazas de toros; los sombrerosde señora van alcanzando sus dimensiones.En Londres acaba de presentarse una actrizcon uno que mide un metro ochenta de diámetro,y sobre él se levantan todavía culminantesdos magníficas plumas de avestruz, de sesentacentímetros. Semejante edificio, por más señases de color malva y de las plumas, una azul yla otra «assortié» al sombrero. No hay quedecir si habrá causado sensación. Supongo quela obra en que se ha presentado, llevará estaacotación: La escena representa un sombrero.La moda es graciosa y en una mujer alta y deesbelto talle, esos sombreros circundan comouna gran flor la linda cabecita que parece nimbada.Pero las mujeres bajas y rechonchillasdeben evitarnos el espectáculo de una monstruosaseta que anda. Por fortuna, nuestrasseñoras, han sido las más dóciles en atender elruego, más que la orden de presentarse en losteatros sin sombrero. En otros países, dondelas mujeres se la dan más de «superhembras»,ni ruegos, ni censuras, ni órdenes, han podido[3]apear los sombreros de su cabeza... Siempre sedijo que cuando á una mujer se le pone unacosa en la cabeza, es difícil quitársela. En estecaso particular, las nuestras merecen l